El póker y la élite
La historia de Molly Bloom es, sin duda, fascinante; y los atractivos de las mesas de póker no los vamos a descubrir ahora. ¿Cuántas historias, libros y películas no han tratado el tema? Henry Fonda, Robert Redford, Steve McQueen, Mel Gibson… todos han jugado alguna vez al póker enfrente de las cámaras de cine.
La imagen clásica es la de un sótano mal iluminado, lleno de humo en la que alrededor de una botella de whisky unos cuantos tipos duros y algún que otro aventurero se la juegan. Hoy, estrellas del cine y de los deportes se atreven a sentarse en alguna mesa, aunque, más que nada, por razones publicitarias y por algunas buenas causas.
Molly Bloom se había preparado para formar parte del equipo olímpico estadounidense de esquí hasta que una inoportuna lesión la apartó de los juegos durante las pruebas clasificatorias. En 2004 se mudó a Los Angeles, donde trabajó como camarera. Los dueños de The Viper Room, un club nocturno angelino, contrataron a Molly para hacerse cargo de las partidas de póker de apuestas altas que tenían lugar en el sótano del club.
Molly recibía a los clientes en la trastienda. Por sentarse en la mesa los jugadores, entre ellos los famosos actores Maguire y DiCaprio, tenían que poner unos 6.000€. Pero eso fue solo el comienzo. En 2007 Molly fundó su propio negocio habiendo registrado la compañía Molly Bloom Inc. La historia de las partidas de póker de alto standing no había hecho más que comenzar.
Bloom lo cuenta todo en su libro Molly’s Game: From Hollywood’s Elite to Wall Street’s Billionaire Boys Club, My High-Stakes Adventure in the World of Underground Poker. Conquistó Hollywood, fue apodada la “princesa del póker” y acabó perdiéndolo todo. Se hizo famosa organizando partidas millonarias para la élite de Hollywood, en habitaciones de hoteles, apartamentos privados… todo muy elegante, con clase. Y es que aquí es dónde está el negocio.
Leonardo DiCaprio, Ben Affleck, Matt Damon, Tobey Maguire… fueron algunos de sus célebres clientes. Pero no es oro todo lo que reluce. En su libro, Molly Bloom relata como Toby Maguire ganaba millones, pero daba muy pocas propinas. Una vez le ofreció mil dólares de propina, pero en cambio tenía que ladrar como una foca.
Un negocio de riesgo
Habiendo perdido el favor de élite angelina, Bloom se trasladó a Nueva York en 2009. Su reputación había crecido, aunque en Manhattan las cosas comenzarían a torcerse. Al no tener licencia legal, en las timbas que organizaba no tenía el derecho a llevarse parte de las ganancias. La actividad era claramente ilegal. En Nueva York ya no eran los famosos quienes se dejaban el dinero alegremente. Los clientes pasaron a ser niños ricos, multimillonarios de Wall Street y oligarcas rusos.
En una noche vi a alguien perder 100 millones de dólares, confiesa Molly. De alguna manera, aquí empezó a perder el control del juego. Los riesgos comenzaron a ser demasiado elevados. Además, tenía al FBI detrás de ella. Las partidas podían llegar a durar 3 días, y el consumo de drogas para mantenerse despierta estaba a la orden del día. Los problemas serios comenzaron cuando la mafia rusa le ofreció protección a cambio de dinero, era el 2010. Ella rechazó la oferta, pero gánsteres entraron en su casa, la golpearon y le robaron joyas amenazándola con una pistola.
En 2011 una de las partidas fue objeto de una redada por el FBI. Un par de años más tarde, en 2013, fue arrestada en una amplia operación contra el juego ilegal y el lavado de dinero. Se enfrentó a 10 años de cárcel, aunque tuvo suerte. Tras un acuerdo con las autoridades solo fue condenada a pagar una multa de unos 200.000$ además de 200 horas de servicio comunitario.
Aunque las cosas podrían haber acabado realmente mal para ella. Consiguió la libertad condicional y escribió su autobiografía relatando su vida y experiencias como la gran dama del póker de alto riesgo, entre la celebridad y la ilegalidad. En resumen, en este caso la vida real de Molly Bloom supera ampliamente la ficción.