Atlantic City ante el colapso económico
Ahora que los casinos en Las Vegas han abierto sus puertas, nos preguntamos cuál es la situación en la otra gran metrópolis del juego situada en la costa este estadounidense. Atlantic City estaría sufriendo una de las mayores crisis económicas de su historia. Pero ¿es todo culpa de la crisis originada por la pandemia del coronavirus? Repasamos la historia de un ciudad tan poética como maldita.
Si en algunos lugares el turismo junto al juego es una parte más o menos importante de la economía, en otros como las metrópolis de Las Vegas o Macao el turismo junto al juego es la economía. El colapso económico producido por la epidemia del coronavirus estaría poniendo este modelo en entredicho.
En España lo sabemos muy bien. Con un tejido productivo en la práctica inexistente gracias a la insistencia por parte de los sucesivos gobiernos desde la transición de orientarse hacia una economía de servicios, la crisis económica causada por la pandemia global solo ha descubierto una depresión que tiene raíces profundas.
El legado de Donald Trump
Las Vegas no es la única metrópolis del juego. En la costa este de los Estados Unidos se erige Atlantic City, la otra gran ciudad del pecado. Situada en el estado de New Jersey, el juego se legalizó en 1976 gracias a un referéndum, e inmediatamente después florecieron los casinos y establecimientos.
Aunque nunca ha conseguido alcanzar a Las Vegas como ciudad del juego y el glamur, no obstante, Atlantic City ha vivido sus grandes momentos gracias a los combates de Mike Tyson en los años ochenta o al concurso Miss America que tiene a Atlantic City como su sede. Las extravagantes inversiones del hoy presidente Donald Trump han añadido una porción de picante a la mezcla.
Los nombres Trump Plaza, Trump Castle, Trump Taj Mahal estarán para siempre asociados a los casinos que cerraron en Atlantic City, aunque hoy apenas el casino Taj Mahal sigue llevando el nombre Trump en la fachada. El legado del hoy 45. presidente de los Estados Unidos de América durante los años noventa está lleno de luces y sombras.
Es conocido que el imponente Taj Mahal, el que debería haber sido la octava maravilla del mundo a ver en Atlantic City, fue declarado en bancarrota poco después de su inauguración, lo que llevó a los acreedores a reestructurar la deuda al no considerar en aquel momento que la solución pasaba porque el imperio levantado por el magnate de la especulación inmobiliaria se desmoronase todo de una vez.
No obstante, la competencia venida de los estados vecinos con la legalización del juego y la apertura de los casinos tribales también ha sido, en parte, la causante del declive de Atlantic City, que ha visto perder en la primera década de este siglo gran parte de sus edificios más emblemáticos, así como sus ingresos por el juego.
Si a finales de la década de los noventa los ingresos por el juego podían suponer un 90% del negocio de los hoteles, con el cambio de siglo este porcentaje habría caído hasta el 65% o 70%. Hoy quedan los guías turísticos que realizan recorridos por los casinos de Trump contando la historia de sucesivas bancarrotas.
El fracaso de los casinos de Trump en Atlantic City ha servido como ejemplo de la incapacidad del presidente para hacer los Estados Unidos grande otra vez.
Al futuro no se le espera
Cerca de veintiséis mil trabajadores habrían perdido su empleo en estos meses de cierre debido a la pandemia global. El negocio de los casinos, simplemente, ya no es rentable, con pérdidas que superarían los 500 millones de dólares al mes. Atlantic City podría estar sufriendo la peor crisis económica de su historia, peor que la crisis crediticia-hipotecaria del 2008 que golpeó la ciudad con mucha fuerza.
El alcalde de Atlantic City, Marty Small Sr., habría expresado recientemente su confianza en que los hoteles y los establecimientos de juego pudieran abrir nuevamente el 4 de julio, una fecha emblemática en la que se celebra el día de la Independencia de los Estados Unidos. No obstante, con la situación de emergencia sanitaria en la costa este, parece complicado.
En los Estados Unidos, un estado tras otro se está abriendo a las opciones de juego y apuestas online, dando entrada a nuevos operadores, lo que podría acelerar aún más el declive de ciudades como Atlantic City. Es posible que estemos siendo testigos de los últimos coletazos de un modelo de negocio y un estilo de vida que la progresiva digitalización de la economía ha vuelto obsoleto. Los gurús del Silicon Valley tendrán pues algo que celebrar.